La iglesia de San Bartolomé (Santu Portolu), también dedicada a la Virgen de las Gracias, es un ejemplo de arquitectura rural sarda que ha conservado intacta su estructura original desde su construcción en el siglo XIX.
El edificio, de planta rectangular, consta de una sola nave jalonada por cinco cerchas, que sostienen la bóveda de madera a dos aguas. En los laterales de la nave hay asientos construidos en piedra y luego recubiertos de hormigón. Las paredes interiores están enlucidas y pintadas.
La fachada principal es sencilla y esencial.
La fachada a dos aguas tiene una puerta de acceso al edificio, con dos bancos construidos con cemento a cada lado.
En la parte superior hay una pequeña espadaña con una cruz de hierro.
Un elemento distintivo de la iglesia de San Bartolomé es la presencia de muristenes, estructuras tradicionales utilizadas por los fieles durante las celebraciones religiosas. Algunos de ellos están integrados en el edificio, mientras que otros, situados en las inmediaciones, consisten en salas rectangulares con una sola entrada y sin subdivisiones internas.
Durante la primera quincena de septiembre se celebra la festividad de Santu Portolu y es precisamente en los muristenes donde, en tiempos no tan lejanos, se alojaban algunos devotos, conocidos como “Sos Oberaios” y “Sos Nuinantes”.
Durante la novena que precede a las fiestas en honor al santo, los fieles, conocidos como «Andantiles», recorren a pie el largo tramo que separa la iglesia del casco urbano.